- Pon la miga de pan en un cuenco, vierte la leche y deja que se empape.
- Mezcla en un cuenco las carnes picadas, con una cebolla picada menudo y la miga de pan bien escurrida de la leche y el huevo. Amasa con las manos (no te importe pringarte) hasta obtener una mezcla homogénea.
- Forma las albóndigas, pásalas por harina (cuida que no queden pegotes de harina) y dóralas en una sartén con APENAS aceite. En mi cruzada de evitar las fritangas innecesarias, he dorado las albóndigas sirviéndome casi en exclusiva de la sartén caliente y de una cucharada de aceite, las fui girando todo el tiempo a fin de sellarlas un poco, tampoco hace falta que queden como cuando se fríen en la sartén en un cuarto litro de aceite, reconozco que quedan más selladas, pero vamos a sacrificar ese punto para lograr un plato más sano. Resérvalas en una fuente.
Salsa
- Pica la cebolla y la chalota, y el diente de ajo y rehoga en una sartén con un chorrito de aceite. Agrega la zanahoria cortada en rodajas y deja todo junto hasta que esté bien pochado.
- Añade los tomates cortados menudos , el agua, el vino blanco y salpimenta. Añade el concentrado de tomate.
- Deja cocer a fuego lento durante 15 minutos.
- Incorpora las albóndigas y deja cocer 12 minutos más.
- Cuece la pasta en olla aparte en abundante agua siguiendo las instrucciones del fabricante.
Sirve la pasta con las albondiguillas con salsa.