Brunch Hesperia Finisterre. Cotilleos

El domingo pasado fui a comer al Brunch del Hotel Hesperia Finisterre de A Coruña. Aprovechando que llegué pronto y hube de esperar a mis acompañantes, pude curiosear y  fotografiar durante unos minutos con total tranquilidad.

Que A Coruña es una ciudad que mira al mar lo habréis escuchado muchas veces, sin embargo no son muchos los restaurantes coruñeses  que tengan vistas a nuestra bahía, pero aquí las enormes cristaleras nos permiten disfrutar de ellas con total plenitud. La decoración es bonita, no espectacular pero muy agradable, todo impoluto, mantelerías muy blancas, cristalería pulcra, todo muy bien colocado, primera impresión, regia.

Panes ricos, calentitos, variados, apetecibles.

Bandejas impecables, listas para ser saqueadas, bien presentadas y apetitosas.

Vajilla moderna, presentaciones individuales, daba ganas de probarlo todo y eso mola.

No probé la fritura, pero me encantó el recipiente en el que la pusieron. Probé sin embargo la paella y ese arroz estaba para repetir hasta mañana, pero no se puede repetir ante tamaña oferta, había que probar lo máximo posible y todo estaba tan rico!

Me encantó que todos los platos calientes estuviesen, ¡calientes! También la diligencia con que se sustituían las fuentes a medida que se iban vaciando.

Los mejillones, impresionantes, claro, siendo gallegos, no tendrían perdón si los hubiesen cocinado mal :)

La bandeja de quesos estaba preciosa, y que aroma tan delicioso, fue junto al sushi una de mis preferidas. Me hizo pensar que no tengo perdón no tener publicada ninguna receta de sushi con lo que me gusta :(

La gran copa de fresas me rechifló, dispuesta junto a otros recipientes de cristal atiborrados de frutas frescas me parecieron de lo más sugerentes. Me sorprendió la cantidad de zumos y batidos frescos, recién hechos, deliciosos, os lo aseguro que probé varios.

Desde siempre he comido más con los ojos así que una buena presentación me parece fundamental y  aquí la hay, cuidada en todos sus aspectos.

Variada la mesa del dulce, aunque no consiguió enamorarme, me decanté más por las frutas frescas, tan ricas y fantásticas para terminar una comida tan variada. Claro, si os fijáis, en un brunch, todo son pequeños bocados, pero como todo tiene tan buena pinta, pruebas un poco de aquí, un poco de allá, también lo otro que se ve tan apetitoso y cuando te das cuenta tiene que venir a buscarte una grúa porque no consigues ni moverte. Al lado del comedor y contiguo a este, había un amplio espacio dedicado a los niños y con una cuidadora, ¡aluciné!! Estas cosas no existían cuando mis hijos eran pequeños, me pareció la bomba atómica!! Así que claro, allí estaban los padres de agradable tertulia sin preocuparse de los peques y ellos tan a gusto y sobre todo, proporcionándonos a los demás la tranquilidad necesaria y la ausencia de griterío que yo especialmente agradezco tanto. Y además me enteré después que los niños hasta los 7 años, ¡no pagan!

La comida estuvo amenizada durante todo el tiempo por este grupo (no sé como se llaman) y tengo que deciros que fue ¡un puntazo! nos rechiflaron, tocaban bien, el cantante lo hacía muy bien, sin estridencias, en el punto justo de resultar agradable, el repertorio resultó perfecto. Y además, otro momento mágico fue después de comer, pasar a la zona de los sillones, está dentro del mismo comedor pero como separado, así que degustamos el café sumergidos en los mullidos sillones, escuchando música y con una sensación de bienestar que si me dejan, me quedo a vivir allí.

Los baños son de esos que te quedarías un rato, con flores frescas, todo impecable, muchos espejos, ¡preciosos!

Y no os conté que cuando llegué con el coche a la puerta del hotel y le  dije al recepcionista que iba al Brunch, me pidió las llaves del coche y me lo llevó a aparcar, así que yo me bajé como una estrella de Jolibú y me fui directamente al comedor, en fin, que ¡no cabe más!

La atención resultó perfecta, aunque los camareros estaban pendientes en todo momento de retirar los platos que íbamos dejando vacíos y de si queríamos beber algo más, no se hicieron notar ni resultaron pesados, al contrario, fenomenal.

Es verdad que la comida es importante porque si vas a comer y esta no te gusta, ya te entra un mal humor que sobra todo lo demás, pero el entorno tan regio que tiene este lugar te hace sentir tan súper bien que prolongas la sobremesa como en ningún otro sitio.

Bueno, ahora viene el tema de la pasta, pues toda la fiesta cuesta 36 euros por persona, todo incluido, bebidas, comida, música en vivo, cafés, aparcamiento de coche, vamos, teniendo en cuenta lo exigente que soy, la de inconveniencias que encuentro siempre cuando voy a comer fuera, incluso cuando me gusta mucho la comida, puedo decir que ¡me conquistaron!

Ahhh, y como os dije, los niños menores de 7 años, no pagan y los de 7 a 14 años, pagan 18 euros.

No os olvidéis reservar, ¡no había ni una mesa libre!

Si estáis por A Coruña y queréis comer y pasar un rato excepcional, os lo recomiendo totalmente.